Fotografía y texto número sesenta y cinco
Camina lentamente por las calles del barrio. Lleva en su mano la capilla de la Sagrada Familia que dejará en casa de otra familia, cumpliendo un ritual de tiempos lejanos. Devociones arraigadas en la gente del pueblo. Letanias de rezos y rosarios, detrás de las ventanas y celosias.
Fotografía y texto número sesenta y seis.
Y
la niña que mira.
Decidida
y segura, en el mismo centro de la primavera, luminosa y ocupada entera de
blanco, celebraba un homenaje a su alegría, porque sí.
Tan
brillante, que repicó aquella tarde … mariposa de sueño, te pareces a mi alma, la voz del
poeta al pasar
Asistían
todas, desde la mujer que empuñó azada y labró la tierra, amamantando en su
recreo los hijos que paría. También llegó la abuela lejana con el pulgar
todavía manchado de tinta. Y estaba la
que apartó el guiso de madrugada para correr a
llamadas de sirena en la fábrica.
La que tomó apuntes luego con destreza que la llevaron detrás de una mesa,
donde considera además décimas de una fiebre al teléfono. Hasta la que hace un
rebujito tierno con el suyo, de noche todavía, para salir a instalar el puesto.
No faltaba tampoco la que desde lejos, y con las dos manos ocupadas en las
bolsas del súper, sonrió viendo como el viento soltó la melena larga de aquella
chica que escalaba ágilmente el palo mayor, para izar una bandera en lo alto
del mástil.
La que cura, la que sufre y la que ríe. Laboriosas, tenaces,
imaginativas…Diversas y recreándose en el magnífico decorado, vital. Convidadas
todas, las que hicieron el largo
trayecto plural, brindando por la alegría de una ilusión mantenida y en
particular, con la tarde de esa primavera.
Y
en un ángulo estaba la niña, siempre hay una niña que mira, participa, atiende,
y recoge. Que construye también.
Fotografía y texto número sesenta y siete.